lunes, 31 de marzo de 2014

¿Hasta Cuándo?


Dolor, Vergüenza, Tragedia, Olvido…
¡Cuánto mal rodea los cuatro ángulos de la Tierra!
¿Cuándo nuestros ojos dejarán de ser violados por el horror,
Y los corazones ser hundidos en la miseria?
--Guillermo Suco
 
Los caballos se preparaban para la embestida. Caballos de diversos colores. Rojo, pálido, negro, blanquecino. Los jinetes rugían de emoción y sus corazones bombeaban sangre y hervían de pasión por ser enviados a sus respectivos cometidos.

Cuando el último jinete fue llamado por el portentoso mensajero, el quinto sello fue abierto y las almas de aquellos que habían padecido persecución y muerto por su Salvador, se unieron y clamaron a viva voz:

¿Hasta cuándo, Soberano Señor, santo y veraz, seguirás sin juzgar a los habitantes de la tierra y sin vengar nuestra muerte? Entonces cada uno de ellos recibió ropas blancas, y se les dijo que esperaran un poco más, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a sufrir el martirio como ellos” (Apocalipsis 6:1-11)

 
«¿Hasta cuándo?» es una pregunta que inflama los labios del corazón que padece dolor, tragedia. Es el clamor del espíritu que no soporta más la aflicción. Es el llamado desesperado de aquel inocente que ha enfrentado el horror.
 
Apelación a la misericordia y Soberanía
 
“¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad, y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí, y pleito y contienda se levantan.” (Habacuc  1:2, 3)

El profeta Habacuc vio el horror que sobrevendría sobre Judá. Su clamor era uno que pedía justicia y misericordia por parte de Dios sobre su nación. Su visión era una de tragedia y muerte por parte de los caldeos a la nación de Judá, por causa de su rebelión hacia el Dios Santo. Habacuc no podía soportar más ver iniquidad, destrucción y violencia ni podía resistir el hecho de que su tierra seria consumida. En un punto el tan solo levanto su voz en suplica, apelando a la misericordia de Jehová:
 
“¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él, y haces que sean los hombres como los peces del mar, como reptiles que no tienen quien los gobierne? Sacará a todos con anzuelo, los recogerá con su red, y los juntará en sus mallas; por lo cual se alegrará y se regocijará. Por esto hará sacrificios a su red, y ofrecerá sahumerios a sus mallas; porque con ellas engordó su porción, y engrasó su comida. ¿Vaciará por eso su red, y no tendrá piedad de aniquilar naciones continuamente?” (vv. 12-17).

Yendo a través del libro de Habacuc vemos que su corazón estaba alineado con la soberanía del Dios Omnipotente. Para el, el entendimiento de la gracia soberana era lo que movía su espíritu a llamar a viva voz a Dios y protestar por la iniquidad que estaba frente a él. Hasta cuando, no era un llanto de capricho de aquél que tan sólo busca bienestar y riqueza. De ningún modo. Era un llanto que entendía la Soberanía de Dios y un deseo de ver Su gloria llenando la faz de la Tierra. Era un entendimiento de la gracia que lo cambia todo y que ejecuta misericordia sobre los habitantes de la Tierra.

Y es que este sabor y deleite de la gracia y el saberse únicamente salvo por ella y no por méritos o por lo que yo pueda hacer o declarar, sino por voluntad del Dios soberano, es lo que movió al profeta a llamar a Dios y clamar por salvación. Era el corazón sumido en desgracia que se sabía necesitado del Salvador. Es en este punto de desgracia y dolor, cuando el Salvador vio el corazón de Habacuc alineado con la Gracia Soberana, que se torna hacia él y declara:
 
“Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda tendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (2:2-4).

La declaración de que “el justo por su fe vivirá” es el final propósito de Dios. “No por obras para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8). Es un antecedente de que la gracia irresistible es la que traerá al impío a salvación y nada más. Es el Todopoderoso diciendo: “Mi salvación vendrá y será por gracia”.
 
El clamor del corazón que se sabe necesitado del Salvador y que se haya alineado a la Soberanía y Gracia de Dios, es aquel que mueve el corazón de su Creador a una respuesta.
 
La necesidad de estar con su Creador
 
Pero hasta cuándo es también un clamor por estar eternamente con y disfrutar por siempre la presencia de Dios.

Es un llamado por ver la Justicia del Dios Justo manifestándose en misericordia y en favor por quien padece martirio y persecución, pero también por disfrutar por siempre la presencia de Jesucristo, el Salvador, en un deleite de placer y pasión por El.

Pero no solo eso, sino ver la faz de la Tierra llena de la gloria de Dios. Ver los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra, la Nueva Jerusalén en la que la misma presencia de Dios ilumine todo y podamos ver cara a cara al Cordero de Dios.

Aquel corazón que se desmorona de pasión por su Salvador, aquel que se sabía miserable y que ha sido rescatado únicamente por gracia, es el corazón que no puede vivir sin su Señor. Es como el apóstol Pablo cuando dijo:

Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Ahora bien, si seguir viviendo en este mundo representa para mí un trabajo fructífero, ¿qué escogeré? ¡No lo sé! Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo” (Filipenses 1:21-24).

Pablo anhelaba, deseaba estar con Cristo. Su corazón se desvivía por estar con su Salvador, que no sabía si realmente quería seguir en este mundo…

Hasta cuando es también el clamor de aquel que desea partir y estar con su Señor, porque esa es su delicia, ver finalmente cara a cara al Salvador.
 
Mi pregunta es si acaso mi corazón está realmente alineado con la Soberanía de mi Señor. Si acaso mi espíritu anhela realmente estar cara a cara con Cristo. ¿Dónde estoy yo en este momento? ¿Dónde estás tú en este momento?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tus comentarios. Éstos me animan a continuar publicando. Dios te bendice.