martes, 14 de junio de 2011

El Tribunal de las Emociones


Allí se encontraba Amor Fraternal, atestiguando su defensa y el motivo para prevalecer por sobre todo; pero Atracción llegaba enarbolando a sus vecinas que viven muy cercanas a ella: Celos y Enemistad. Aun cuando las intenciones de Atracción eran buenas, Celos exigía ser quien presentara su defensa, mientras Enemistad se levantaba contra Amor Fraternal.

El Juez pedía orden enérgicamente. De inmediato se hizo el silencio. Amor Fraternal presentaba como evidencia una cinta, en la que se proyectaban aquellos días de gozo que vivieron los dos amigos. La audiencia gimoteaba y el Juez parecía recordar cada día vivido junto a su amigo.

-¡Objeción! –Replicó Enemistad- Está manipulando los afectos y eso no es legal.

Mientras el Juez secaba sus lágrimas, Enemistad presentó su defensa y mostró la evidencia del cortejo deliberado de aquel amigo hacia la muchacha de quien el Juez se sentía atraído. Celos se pavoneaba alegremente, burlándose de Amor Fraternal. Éste no estaba dispuesto a perder; debía prevalecer por sobre la mera Atracción, aun cuando ella tenía pruebas de su sana existencia.

El Juez se debatía; el jurado no sabía qué decisión tomar. ¿Cómo reaccionar cuando los veía reír juntos? ¿Cómo reaccionar ante el supuesto coqueteo que su amiga rumoraba? Sin embargo, él era su amigo y ella una chica aún por conocer, aunque no la podía dejar de ver.

Atracción, entonces, tomaba fuerzas y enemistad se regodeaba. Celos saltaba con gritos de triunfo. Amor fraternal intentaba presentar una nueva defensa. El Juez estaba al borde del colapso, con sus emociones luchando entre sí. Sabía que había alguien más grande que él quien podía tomar su caso y juzgarlo correctamente pero no quería entregarlo en Sus manos. Sabía que él haría prevalecer la amistad y lo llevaría a renunciar a cualquier cosa que le provoque celos y enemistad, de modo que en todo prevalezca el amor.

El Juez no lo quería así y, al mismo tiempo, no quería perder a su amigo. Sus emociones lo asfixiaban y el bacanal que éstas habían formado en la corte, lo querían hacer desertar. ¡Cuánto quisiera guardar lo que sentía en una caja y arrojarla al fondo del mar! Pero, debía hacerle frente y entregar su caso en manos del Supremo… O, quizás, sería mejor alejarse de ella y también de él… pero era su amigo, su hermano, su compañero. Pero, ella… ella… era ella.

De pronto, el Supremo entró al tribunal. Celos cayó fulminado. Enemistad gritaba despavorida, mientras se ahogaba con la bilis de la desunión. Amor Fraternal cogía ímpetu y se alimentaba del soplo que brotaba de boca del Supremo. El Juez no podía más que caer ante Su presencia. Y aun cuando se rindió ante Él, no quiso entregar su caso; lo atesoró en lo más profundo de su corazón dubitativo, lleno de dudas y temores. Temores que volvían y lo hacían debilitar.

El Supremo levantó su cabeza y lo vio directo a los ojos.

-Eres amado –le dijo- No debes volver a temer. En mí estás completo y Yo te he dado un propósito y un final. El final que tú esperas.

El Juez permaneció inmutable. Las palabras del Supremo simplemente flotaron en el viento sin hacer mella en el corazón del muchacho. Duda y Temor le guiñaban un ojo, mientras las preguntas circundaban su cabeza… Los muchos pensamientos se arremolinaban en su cabeza y le parecía a punto de estallar. Quizás esos pensamientos tenían razón, pero no lo quería admitir.

El Supremo lo esperaba, extendía Su mano, mas el Juez no la tomaría. Y su poder de decisión menguaba y no le dejaba más opción que retroceder. Pero eso aún no queda claro y es cuestión de otro momento de reflexión. Mientras tanto continuaba observándola y cavilando la ilusión en su corazón.

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