
Quisiera compartir el devocional que Dios me permitió dirigir el día jueves que pasó, acerca de la adoración. Si encuentran algún error de redacción, me disculpo de antemano, pues es un bosquejo de lo que compartí.
¿Saben? Es fácil profesar algo, enarbolar una convicción, cuando el fuego aún no ha venido a poner en tela de juicio lo que crees y profesas. Pero, cuando ello sucede, todos tus ideales se desmoronan y revelan lo que crees ó forjan un ideal más fuerte.
Yo solía decir: “Gózate en el dolor”. Quienes han recibido mis reflexiones o revisan mi blog, lo pueden constatar. Pero, una semana atrás, ¡cuán loco para mí era seguir creyendo eso! Pregunto entonces: ¿por qué Dios te permite lidiar con el dolor?
Yo encuentro la siguiente respuesta: Él te permite el dolor para que lo adores. En todo, fuimos creados para adorar. Y Él busca verdaderos adoradores. Llega a pedirte que entregues lo que más amas por amor a Él. Eso es adoración. Y eso es ser extravagante.
Mira a Abraham. Dios le dio un hijo y al rato le pidió que se lo entregue en sacrificio. Y, ¿sabes lo que dijo Abraham? “Vamos allí a adorar” (pedir que revisen Génesis 22:5). ¡Locura! ¿Cómo se podía deleitar en tamaña locura? ¿Es acaso extravagancia y locura lo que Dios ama? Ahora empiezo a notar que Dios ama a los extravagantes y se deleita y glorifica en los locos extravagantes que lo dejan todo por El. Y el deleite de Abraham era Dios y su fe prevaleció sobre el dolor de la locura que estaba a punto de cometer.
En el dolor se manifiesta lo mejor o lo peor de ti. Y la adoración se manifiesta en quien adora a Dios por Quien es Él… DIOS.
El gozo es una orden y la adoración el propósito por el que fuimos hechos: Manifestar la gloria de Dios. Hace poco les hablé de mi mejor amigo a quien amo un resto; él me prestó un libro en el que el autor declara “Dios es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en Él”. Si él puede llamar a este estilo de vida, hedonismo cristiano, creo que yo puedo llamar al deleite y la adoración en medio del dolor: masoquismo cristiano. Si el devenir va a generar en mí la más grande explosión de adoración extravagante, entonces ¡que vengan las pruebas y el quebrantamiento para en ellos ver un altar de adoración en donde otros ven muerte!
Como misioneros somos entregados a penalidades, incomodidad, intercambio transcultural, soledad. ¿Llamaremos a esto sacrificio? El Hermano Andrés expresó que después del mayor sacrificio que hizo Jesús en la cruz, no podemos llamar a nada más sacrificio. Pero, aun así, en todo, Dios se deleita cuando nuestras vidas las entregamos en servicio a Él y, con ella, declaramos nuestro amor desinteresado que lo da todo, como Él lo entregó todo por nosotros.
Pero, hay otro nivel más profundo de adoración (pedir que revisen Mateo 26:6-13). Éste es el nivel “a los pies del Señor”. Ella también dio lo mejor de sí y no fueron obras, sino adoración, entrega absoluta pero a los pies de Jesús. Ella también estuvo a los pies del Señor cuando Marta, su hermana, estaba afanada queriendo servir a Jesús en la cocina. En ambas ocasiones Jesús dijo: “Ella ha escogido la mejor parte y no le será quitada”.
La mejor parte se encuentra “allí” (Génesis 21:33; 22:5; 22:9). Es “allí” o “en ese lugar” secreto que Dios se deleita en nuestra adoración y nosotros nos deleitamos en Él y Dios es más glorificado en nosotros.
Es “allí” o “en ese lugar” en el que derramas tu corazón enamorado y apasionado. ¿De qué sirve querer proclamar a Cristo si Él no es glorificado en nosotros? ¿Cómo vamos a mostrar a quien no es mostrado en nosotros? Sólo “allí” Cristo nos llenará y nos formará más a su imagen. Nos llenará de su Presencia Manifiesta porque el Novio se deleitará con el amor que demuestra su novia.
La novia dirá: “¿Dónde estás amado mío? ¿Dónde te puedo hallar? ¿Acaso no ves cómo mi corazón muere de amor por ti? Por hallarte, voy a las plazas, a los muros y preguntaré a quien sea dónde puedo hallar al que ama mi alma”. Y el novio por su parte responderá: “Aquí estoy amada mía. Salgo a tu encuentro, porque tu sed de mí ha cautivado mi corazón. Basta un suspiro de amor, que yo me muevo hacia tu adoración”.
Sin Él nada somos. Podemos dejarlo todo, renunciar a todo, pero si no le adoramos en la intimidad, todo es vano. Podemos anhelar morir por Él, pero si no morimos a diario, “allí”, junto a Él, entonces todo es vanidad. Ése es el objetivo, un deleite mutuo, una pasión explosiva, una loca adoración extravagante y ser transformados a la imagen de Jesucristo.
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