Our
God is an awesome God
He
reigns from heaven above
With
wisdom, power and love
Our God
is an awesome God
Tuvimos un fantástico viaje a
Saraguro desde el 7 a 11 de septiembre. En un
inicio, el objetivo del viaje fue visitar a los niños que aceptaron a Cristo
como su Señor y Salvador durante la Escuela Bíblica Vacacional (la cual se
llevó a cabo un mes atrás) y afirmarlos en su
conversión, sin embargo Dios tenía otros planes que nosotros ni imaginábamos.
Cuando se me informó que, junto a
Riana, estaríamos a cargo de dirigir un período de oración alrededor de la
ciudad y de un viaje de fe, oré pidiendo dirección de Dios. Sería mi primera
vez manejando algo de tal magnitud y no me sentía capaz de hacerlo. En medio de
la oración, Dios me mostró las potestades que tenían dominada a la ciudad: Ra
(Inti), Reina del Cielo (Pachamama y Virgen del Cisne), Espíritu de Atahualpa y
Amon (Deidad debajo de Ra). ¿Sería posible que esto fuera cierto?- me
preguntaba. Anoté todo y me fui a dormir, esperando que el viaje comience al
día siguiente y pidiendo al Señor que Él seleccione al equipo con el que
trabajaría en esta guerra. No imaginaba que cosas grandes se venían.
Se
podía palpar la Gloria de Dios con las manos
Nos dirigimos a Saraguro un
pequeño grupo: tres varones y dos mujeres. En Cuenca, nos encontramos con dos
personas más que nos acompañarían. Dentro de mi cabeza me preguntaba si ése era
el equipo que Dios había designado. No cabía duda que Dios en Su soberanía
elige a Su ejército. Dejé de preguntarme nada más y simplemente esperaba que en
Su Providencia Él ejecute Su plan maestro.
En el bus, le contaba a Riana lo
que Dios me había mostrado la noche anterior. No obstante, tanto ella como yo
no sabíamos cómo llevar la oración y el viaje de fe que ella propuso. Dios
debía hacer algo, porque yo me sentía inexperto para dirigir algo así.
Ya en Saraguro, después de
merendar un delicioso platillo que preparamos con una de los miembros del
equipo, tomamos un tiempo de oración. Por un lado nos reunimos los cuatro
varones y, por otro, las mujeres.
Dentro de la habitación, Darren
empezó a orar. Poco a poco, las oraciones se tornaron más y más intensas.
Rendimos todo a los pies del Señor, nos entregamos a Él. Pedimos perdón por
querer tener el control de las situaciones, por no esforzarnos lo suficiente.
Comenzamos a adorar y adorar al Señor. Fuera, en la sala, se oían gemidos de
arrepentimiento y llantos de gozo.
No podíamos sino estar de rodillas
delante del Señor que había decidido descender sobre nosotros. Nuestras bocas
no cesaban de dar la gloria a Dios y de adorarlo como el Rey que es.
Prácticamente se podía palpar la gloria de Dios con las manos. No queríamos
salir de allí ni detener lo que salía de nuestras bocas y de nuestros corazones.
En la sala, nos unimos todos a
continuar adorando al Señor. El ambiente estaba lleno de la misma Presencia de
Dios. Era Él diciéndonos que Su Presencia estaba con nosotros y nos dirigiría
durante esa semana, en la que, sin lugar a dudas, Él iba a desbaratar nuestros
planes.
Afirmado
y Confirmado
A la mañana siguiente, nos
reunimos en un tiempo de oración en el que cada uno, por separado, le
pediríamos a Dios que nos diga qué es lo que Él deseaba llevar a cabo: o el
viaje de fe, o la oración alrededor de la ciudad, o una cruzada de guerra
espiritual. Debíamos anotar cualquier señal, palabra, o lo que sea que Dios nos
muestre. Yo me sentía un poco escéptico a escuchar a Dios o tener una visión.
Me arrepentí de ello en la
habitación. Simplemente de arrodillé con mi Biblia en mano y le pedí perdón a
Dios por mi grado de duda. No oré nada más, sólo le pedí a Dios que hable… yo
quería oírlo a Él… No pasó nada… Al rato, abrí mi Biblia y he ahí los Salmos 9,
10 y 11. Vi como palabras resaltadas. Dios me estaba mostrando que Él
destruiría a Sus enemigos que tenían cautivo a Saraguro y que resplandecería
como Su Padre y Su Libertador.
Uno a uno fue exponiendo lo que
Dios había mostrado. Tres personas habían visto un ave sobrevolando la ciudad.
Uno de ellos vio una estatua de oro con una especie de casco alto en su cabeza
y un ojo viendo desde arriba. En mi mente podía ver la misma imagen que había
visto antes de viajar… era Ra, el dios egipcio del sol. Asimismo, a mi mente
venía el Salmo 11:4 que había leído recientemente: “El Señor está en su
santo templo, en los cielos
tiene el Señor su trono, y atentamente
observa al ser humano; con sus
propios ojos lo examina. El Señor examina a
justos y a malvados, y aborrece a
los que aman la violencia”
Alguien más había visto un símbolo extraño y un ojo también.
Pero aquel ojo y aquel símbolo, lo había visto también. Era el símbolo de la
tríada egipcia: Isis, Osiris y Horus: la diosa madre, su esposo e hijo, que
descienden y sirven al sol (Ra).
Dios confirmaba lo que me había mostrado antes y confirmaba a
todos que Él nos llamaba a guerrear y a sacar de la cautividad a la ciudad de
Saraguro. Inmediatamente, trazamos una estrategia y procedimos a arrepentirnos públicamente
de nuestros pecados de orgullo, rebelión contra la autoridad, deseo de control,
entre otros. Finalmente estábamos listos para salir a guerrear alrededor de
Saraguro.
Gemidos de
cautividad
Dios nos guió hacia un parque que queda en el centro de la
ciudad. Allí se hallaba erigido un tótem en el que se encuentran tallados los
rostros de Atahualpa, Rumiñahui y Eloy Alfaro (personajes de la historia
ecuatoriana). Encima de esta estructura fálica se encuentra una pirámide y
debajo, en el suelo, dibujado un sol.
El equipo de Adoradores empezó a cantar y haciendo sonar unas
maracas. Los intercesores procedieron a orar alrededor del redondel y los
guerreros empezamos a atar y echar fuera toda línea de poder procedente de
aquellas deidades. Algunos de nosotros sintieron náuseas, mareos, dolor de
cabeza punzante. Guerreamos con fuerza contra todo lo que se hallaba ahí, a
nivel espiritual. Las personas nos veían cómo hablábamos en voz alta,
preguntándose quizás por aquellos locos por Jesús que no teníamos ninguna
intención de callar, sino de proclamar la gloria de Dios.
Luego nos dirigimos a otro parque frente a una catedral, en
cuya edificación está tallado un sol. Mientras hacíamos lo nuestro, me dirigí a
los baños públicos y antes de entrar, vino una palabra a mi cabeza: “Ordena que
sean abiertas las prisiones espirituales. Aquí hay muchos huérfanos,
abandonados, mendigos y niños que han sido violados y sus almas han quedado
prisioneras en el olvido, abandono, soledad y dolor. Ordena que sean abiertas
las prisiones”. Simplemente obedecí. Ordené a los carceleros que, en el nombre
de Jesús, dejen salir a los cautivos de Tierra del Olvido, Abadón, Seol, Sombra
de Muerte…
Al rato se acercó mi compañera de guerra y me dijo: “Al pasar
por aquí, oigo gritos de niños. Oigo gritos de niños”. Darren confirmó que
sentía el dolor de niños que han sido muertos y abusados en ese lugar. Era Dios
que había hablado a nosotros.
Fue un día de harta lucha, pero de gloria para Dios. Pero aún
no terminaba la semana.
Viaje de fe a Las
Lagunas
Al día
siguiente nos dirigimos a Las Lagunas. Darren no cesaba de insistir en que Dios
lo movía a ir allá. Era una comunidad situada en un lugar alto, hogar de
chamanes y cerrada al evangelio. Sólo se permite la enseñanza de la cosmovisión
espiritual andina, el culto a la Pachamama y al Sol. Un lugar peligroso para
ir, porque los chamanes suelen sacar a los perros y lanzarlos a todo aquel que
intente entrar otra creencia. Es un lugar en el que a los niños se les enseña
que la Pachamama es la que alimenta y cuida de ellos y un lugar en el que no se
sabe quién es Dios, ni Jesús.
Puedo
narrar el momento en que una mujer pasó a mi lado y me escuchó declarando la
Supremacía de Dios y el Reino de Dios. Al rato salió de su casa con unos perros
grandes, los cuales echó hacia mí. Los perros venían corriendo dispuestos a atacar.
Al llegar hacia donde estaba, simplemente se sentaron sobre sus cuartos
traseros y se dejaron rascar las orejas.
Más adelante,
junto a Riana, nos detuvimos a conversar con una señora, a quien le hablamos
del Creador de todo lo que existe; le dejamos un tratado y seguimos hacia una
tienda donde le compartimos a la dependiente del local acerca del Creador y le
pregunté si me dejaba orar por ella, su local, familia e hijos.
-¿Qué
es eso?- me preguntó.
-Orar,
es conversar con Dios, con el Creador y pedirle que cuide y prospere su local y
haga crecer sanos y saludables a sus hijos y bendiga su familia en general-
contesté.
-Y,
¿qué tengo que hacer?- preguntó asustada.
-Sólo
creer que Dios escucha la oración y que Él quiere que usted lo conozca.
Entonces
accedió. Oramos para que Dios la bendiga y para que abra su corazón y elle
llegue a conocerlo. Le dejamos un tratado y nos despedimos. Ella sonreía satisfecha.
Durante
el trayecto iba declarando que cada corazón se abriría al conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Finalmente llegamos a una escuela
llamada “Inti Raimi”. Allí oramos y procedimos a entrar.
Durante
la tarde visitamos a los niños que aceptaron a Cristo durante la EBV y fue muy
hermoso volver a ver algunos rostros conocidos. Recordamos la historia que
aprendieron durante la Escuela y lo que pudieron captar de la obra de teatro que
presentamos. Entregamos Biblias y pude disfrutar escribiéndoles dedicatorias en
ellas. Aún faltaba la guerra más fuerte.
Derribando imperios
El último
día subimos hacia una comunidad llamada Shinglar[1],
a las seis de la mañana. Fue una subida extenuante, pero sabía que allá arriba
se encontraba el imperio de la Reina del Cielo, desde donde dominaba y mantenía
cautiva a la ciudad. Sabía que Dios nos llevaba allá arriba y que ahí se
hallaba la respuesta que le había pedido al Señor, sobre dónde se hallaba el
verdadero dominio de esta potestad.
Luego
de realizar nuestro devocional personal, nos reunimos todos juntos a orar y a
interceder por la ciudad. Mi corazón latía fuertemente por la adrenalina de la
lucha. Empecé a orar y a declarar el Reino de Dios sobre la ciudad. Cada uno de
los miembros del equipo declaraba bendiciones sobre Saraguro. Inmediatamente procedí
a entrar al ámbito espiritual y a guerrear contra la Reina del Cielo.
De repente
de mi boca brotaban juicios sobre ella, por autoproclamarse reina y llevar a
ese pueblo a fornicar con otros dioses; por mentir haciéndose ella misma una
diosa y mantener en esclavitud a toda esa ciudad. De pronto, vi una sombra detrás
de mí, como alquitrán que se ocultó detrás de un árbol. Ordené que se fuera
pero nada. Vino a mi cabeza el nombre de ese ente y al instante se recogió
sobre sí mismo y desapareció.
La lucha
fue intensa. Junto a mi compañera de lucha, quien fue movida a orar pidiendo
perdón por los pecados de Saraguro (cabe resaltar que su abuela era Saraguro),
intercedimos por ello, pidiendo perdón por haberse olvidado de Dios y haber ido
tras dioses falsos, por haber entregado a sus hijos a esos no dioses y otros
pecados más. Luego, comencé, en el nombre de Jesús, a romper las maldiciones de
iniquidad y a romper todo pacto hecho sobre la ciudad.
Finalmente,
vino a mí una voz que me dijo: “Saca a esta ciudad del Seol, de la Tierra de
Muerte y dile a estos huesos que tomen vida. Declara la visión de Ezequiel
sobre esta ciudad”. Yo dije: “Señor, yo no soy Ezequiel, ni soy profeta; sólo
soy Guillermo, ¿cómo haré esto?”. -Sólo hazlo- me dijo.
Ordené
a la ciudad salir de esa región de cautividad y simplemente declaré la visión
de Ezequiel sobre Saraguro. De pronto fue como ver aquella ave volando sobre la
ciudad, soplando vida sobre cada persona y sobre la tierra. Grandes cosas aún
están por venir y por ser hechas sobre esta ciudad. ¡A Dios sea la gloria! ¡Él
reina y es el Dios de Saraguro! ¡Aleluya!
Fue un
tiempo único de adoración, de intercesión y de más adoración al Rey de reyes y
Señor de señores, declarando que Él tomaba Su lugar sobre esta tierra y que el
Reino de Dios fructificaría en esa región.
Ahora
viene el tiempo de ver los frutos que dará. Aún queda equipar a la iglesia para
que continúe la obra que se ha empezado, hasta ver a cada persona rendida a los
pies del Señor y declarando que Él es el único Dios y que Jesucristo es el
resplandor de la gloria de Dios. Amén.
[1]
Realmente no sé si está bien escrito. Si no es así, pido perdón por la
escritura y agradecería que me envíen un correo con la correcta forma de
escribir esta palabra.
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