miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Por qué conformarnos con los altibajos?


Existen momentos altos y existen momentos bajos; existen momentos de gloria y existen momentos de crisis. Pero, ¿por qué conformarnos con aquellos altos y bajos? Me encontraba en un momento, en que mis fuerzas habían decaído y no podía experimentar gozo. Deseaba tan sólo descansar y, en realidad, existían días en que el cansancio me había alejado de Dios. Durante la noche asistí a la Noche de Adoración y en ese momento caí rendido delante de Dios. Me preguntaba a mí mismo, ¿por qué conformarme con los altibajos?

Acostumbrarse a los altibajos podría ser un camino hacia la mediocridad y hacia la frustración conformista que se dedica a resignarse. Recuerdo haber escuchado alguna vez que alguien le recomendaba a otro alguien que debe ‘aceptar la resignación’ y seguir adelante. ¡Qué cosa más absurda! ¡La resignación es total enemiga de la fe! La resignación acepta las cosas como vienen y como van y en ningún momento ejerce una fe en el ahora. ¿Dónde queda entonces Cristo, la esperanza de vida?

Es verdad que el dolor es una parte necesaria en nuestra vida, pero vivir del dolor y creer que el martirio –muchas veces orgulloso– es el camino a la redención,  no es más que ignorancia disfrazada de espiritualidad. El camino que Jesús nos da es el camino del gozo y además, muchas veces la Palabra de Dios nos llama a regocijarnos. ¿Dónde entonces se le da cabida a la resignación?

Encuentro muchos vacíos en ciertas enseñanzas dedicadas al dolor y al sufrimiento, como aceptando los altibajos como normativa de vida. Las Escrituras me muestran el camino de la fe y del gozo… no una fe enseñada en aquellas enseñanzas, puestas en un gozo futuro e inalcanzable. ¡Cuántos cantos se dedican a exaltar un gozo lejano! Sí, nuestro gozo completo y mayor será cuando estemos disfrutando y deleitándonos con nuestro bien mayor: Dios, pero eso no da pie a no disfrutar del gozo que hayamos en la vida abundante que Jesucristo nos da.

Nuevamente me pregunto, ¿por qué conformarnos y resignarnos a los altibajos?

Cuando estamos conscientes de aquellas dos palabras: vida abundante y dejamos que éstas calen en lo más profundo de nuestro corazón, alma y espíritu, entraremos al nivel de la verdadera vida de FE. No como aquella “fe” que espera y espera y espera en el futuro, viviendo de resignación por la situación actual en que se vive, sino una FE que cree en el ahora; que cree en lo que Jesucristo tiene preparado en el ahora. Una fe que ve su realidad terrenal, pero desata la realidad mayor y poderosa que sucede en el campo de la eternidad, el ámbito espiritual. Es una fe que se atreve a cambiar todo a su entorno y vive en el gozo manifiesto de la presencia de Dios.

No existe para mí otra forma de realmente vivir la vida en abundancia, que desatando esa vida que fluye como ríos de agua viva, para que inunde todo a nuestro alrededor. Que sea como aquella visión que tuvo Ezequiel de las aguas que lo llenaban todo y todo cobraba vida. Ríos de sanidad, de vida, de transformación que nos llevan a experimentar el verdadero gozo.

Íbamos rumbo a una visita en una casa, donde nos esperaba una mujer, que tenía muchos problemas con su esposo. Éste no era cristiano y no quería saber nada del evangelio. Mi compañera empezó a explicar acerca de la gracia, usando tan sólo una hoja en blanco y hablando sobre la separación del hombre de Dios y de cómo Jesucristo cambió todo. Cuando terminó de hablar, pude ver el rostro inmutable del hombre y cómo esperaba que todo terminase ya, para volver a sus quehaceres. Encima de todo, había demasiada presión, porque a más de la familia, habían ido muchos miembros de la iglesia.

Uno de los miembros de la iglesia pidió que orásemos y nos vayamos. La realidad era ésa; no había posibilidad alguna de que pase algo más con este hombre. Sin embargo, sintiéndome torpe de palabras, empecé a hablarle a ese hombre sobre nuestra condición pecadora y la pena que el Juez exige por el pecado. Le hablé de que Dios siendo tan santo no tolera el pecado, pero al mismo tiempo, siendo amor no puede matar al hombre. Le expliqué acerca del gran intercambio en la cruz y al final le dije: “No es una coincidencia que hoy hayamos venido a su casa” –“Lo sé” –dijo él. Luego añadí: “Dios dice que hoy es el día de la salvación”. Simplemente di un paso de fe. No me iba a ir sabiendo que ese hombre no iba a venir a los pies de Cristo. A final recibió la vida eterna y su rostro reflejaba el gozo de la salvación.

La fe es capaz de cambiar todo a nuestro alrededor. En este hombre cambió su eternidad y sé que cambiará la situación con su esposa. No podemos conformarnos con los altibajos, ¡sino que a los bajos los debemos llevar a las alturas que Dios ha preparado para nosotros!

Eso es lo que me dice Habacuc, que Dios hace mis pies como de ciervas para llevarme  andar en mis alturas. Son alturas que Dios ha preparado para cada uno de nosotros. Y mis alturas no son las alturas de nadie más. Son diseños eternos que Dios ha preparado para que nosotros andemos en ellos. Diseños espirituales de bien y no de mal. Son Sus pensamientos, Sus sueños para cada uno de nosotros. Pero para disfrutar de ellos, debemos renunciar a la resignación y a creer que el dolor es el modus vivendi que Dios ha creado para nosotros.

No estoy negando que el dolor de las pruebas y tribulaciones sobrevendrán, pero estoy diciendo que nosotros tenemos el poder de la fe para cambiar la realidad y tornar ese dolor en bendición y gozo para nuestra vida. Dios nos ha equipado con una medida de fe. Ejerzámosla y atrevámonos a entrar en los lugares celestiales y desatemos aquellos diseños divinos para andar en las alturas que Dios ha preparado para nosotros.

Nuevamente te pregunto, ¿por qué conformarnos con los altibajos, cuando puedes andar con pies como de cierva en tus alturas?

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