La
realidad de un propósito mayor no es una charla motivacional o algún tipo de
Programación Neurolingüística. Es una realidad que existe en la esencia misma
de Dios y que opera por el soplo de Su Espíritu en aquel a quien ha llamado
para aquellos planes.
Si
bien creo firmemente en la soberanía de Dios, Su soberanía no es un pretexto
para creer que Dios se halla en Su trono esperando que todo aquello que ha
decretado se cumpla en un tiempo determinado. Esta idea de un dios falaz y
cómodo, no es más que una vía para excusar nuestra deficiencia de alcanzar
aquellos propósitos mayores por los cuales fuimos creados.
El
Salmo 139 es un testimonio claro de que Dios nos formó, nos creó y depositó
aquellos sueños y propósitos en nosotros, los cuales desatará durante nuestro caminar.
“Tú creaste mis entrañas; me formaste en
el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus
obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien! Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más
recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era
yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya
escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque
no existía uno solo de ellos” (Salmo 139: 13-16).
La
versión amplificada, hace mención de haber sido “bordado con diversos colores”.
Dios tejió, escribió nuestra historia y plasmó en ella Sus pensamientos:
aquellos propósitos mayores para los cuales nos ha llamado.
A
veces me pregunto si realmente creemos que la salvación fue el plan final de
Dios. En realidad, la salvación es la puerta de entrada al camino angosto. Jesús
habla de Sí mismo como la Puerta. Él es la salvación y el regalo de la vida
eterna. Pero la puerta conduce al camino angosto del que la Biblia nos habla y
en ese camino se forja nuestra identidad a semejanza de Cristo.
Dios
no nos llamó únicamente a salvación. De ningún modo. Él nos llamó a propósitos
mayores; a ser formados a imagen de Jesucristo
“Porque a los que Dios conoció de antemano,
también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que
él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29).
En este caminar de transformación, el Espíritu
Santo nos llena con Su plenitud y nos lleva a ser cada día más como Cristo;
pero no sólo eso, sino que “el mismo [Espíritu] que levantó a Cristo de entre
los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales” (Romanos 8:11). He
aquí el poder de esta Palabra. El Espíritu de resurrección, da vida a nuestros
cuerpos; al encontrarse con nuestro espíritu, sopla vida en nosotros y pasamos
del estado de muerte a vida en abundancia con Cristo Jesús.
Del valle de
la Desgracia al paso de la Esperanza
El libro de Oseas hace una referencia del pueblo
de Israel pasando por su tiempo de desgracia, hacia la cautividad, el cual fue
el medio en que serían transformados y curados de su idolatría para volverse
completamente al Señor. Dios habló por medio de Oseas y les dijo:
“Allí le devolveré sus viñedos, y
convertiré el valle de la Desgracia en el paso de la Esperanza” (Oseas 2:15).
Cuando
Dios nos ha llamado para cosas mayores, Él necesita destruir todo aquello que
nos aparta de Él y que nos impide depender únicamente de Él. Nuestro Dios es un
Dios celoso, pero su celo está fundado en el amor que Él desea prodigarnos al
depender sólo de Su presencia.
Es
en este proceso que Jesucristo nos saca de la cautividad y transforma nuestros
valles de Desgracias en un camino de Esperanza. El Espíritu Santo sopla vida en
nosotros, nos resucita y nos da paso completo a los lugares celestiales. Cuando
hallamos esta vida en abundancia y bebemos de los ríos de agua viva en los que
somos sumergidos, junto con esta vida que el Espíritu de vida nos da, desata la
revelación de aquellos propósitos mayores para los cuales hemos sido llamados.
Mira,
puedes continuar creyendo que Dios en Su soberanía se sienta y espera que su
Decreto Eterno sea cumplido, pero la realidad es que Dios decreta algo y al
mismo tiempo equipa a aquellos que traerán la realidad sobrenatural de lo
invisible a lo visible, a nuestro mundo terrenal. El hecho es ser un aguerrido
que se atreve a descubrir y alcanzar los sueños que el Dios soberano soñó contigo.
Para
ello deberás pasar por el proceso de transformación y te aseguro en el Nombre
de Jesús, que el Señor de los Ejércitos cambiará tu valle de Desgracia en el
paso de Esperanza. Él te mostrará los propósitos mayores para los cuales fuiste
creado y aún más, declaro que el Espíritu Santo te revelará las cosas grandes y
ocultas que el Padre escribió en tu libro antes que nacieras. Amén.
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